29. mi novio vampiro (mecanismos para preservar la memoria)
11401: hipótesis sobre una casa
Leé primero:
“La luz, ante todo la luz”
-“Elogio de diciembre”, Isaac Felipe Azofeifa, 1968
Mi novio odia la luz. Si estuviera en manos de él, escogería que nuestra casa estuviera pintada de negro y que todas las cortinas tuviesen blackout. Mi novio es un vampiro y yo soy una plantita etiolada buscando el sol.
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No es extraño que mi principal recuerdo sobre la casa de mis sueños esté relacionado con la luz. Con los techos altos y la luz perpendicular que entraba sobre los pisos.
Me gustaría decirles que esa luz sigue existiendo, pero no lo sé. Hasta ahora, h e entrado 2 veces a la casa, pero siempre de noche. Cuando la luz ya no está. A la hora de los vampiros.
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“Que tus ojos
padezcan
el mal de los vampiros,
de manera que la música
de la luz
te sea negada”
Felipe Granados, Lovesong for a vampire, Soundtrack
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A Sara le gusta mucho tomar fotos. Yo no sé casi nada sobre fotografía pero me gustan mucho las fotos de Sara. Pienso que son muy parecidas a ella: siempre están buscando la luz.
La última vez que estuve con ella, era una luz muy particular la que buscaba para sus fotos. Era una luz apagadita. Una lucecita a punto de morir. La luz que se abre camino. Es una luz que se esfuerza mucho. Una luz difícil.
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He estado leyendo mucho sobre casas victorianas. En este estilo, era común construir un cuarto que se llamaba morning room. El cuarto de la mañana. Tenía como objetivo que las señoras del hogar planearan su día a primera hora de la mañana, con toda la luz del sol iluminándolas. Por eso construían estos espacios con ventanales amplios, techos altos y tragaluces que permitieran la caída de la luz en perpendicular.
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“Sobre la luz aún no sé nada.
Y de la oscuridad, la nocturna presencia de algún dios es mi confianza”.
Isaac Felipe Azofeifa, “Días y Territorios”
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Hace muchos años tuve un novio con mucha oscuridad por dentro. No mi novio vampiro, sino otro. Cuando dormía con él, soñaba muchas cosas feas. Para poder dormir, usualmente sacaba mi secreto de seguridad que me enseñaron mis papás de pequeña: “en paz me acostaré y así mismo dormiré porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado”.
La luz a veces viene en forma de ritualito familiar.
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La luz que Sara busca es una luz melancólica. Me tomó unos días pero ya aprendí bien cómo se ve. Ahora cuando caminamos por Medellín le puedo decir “ojo Sari, ojo esa luz”. Igual no crean que encontrar esta luz es buena noticia. No lo es. Trae mucha tristeza.
Me encontré unas notas de mi tiempo en Medellín. Un día que estábamos muy tristes escribí esto: “Sara me leyó un poema sobre la muerte. Sobre muchas muertes. Yo no quiero llorar porque no quiero que ella sepa que a mí también me da miedo que nos muramos respirando lejos”.
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Baja la ventana pa' que el humo salga
Los espíritus malos se espantan
To'os los fin de semana la luna me escolta
De la oscuridad, de la maldad
-Rosalía & Rauw Alejandro, Vampiros
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Cuando Óscar busca la luz para poder grabar hace una muequita muy adorable que seguro lo ayuda a concentrarse. Empieza a dar vueltas por el espacio como un perrillo antes de acostarse. Pone todo el peso sobre una de las piernas, con la mano en la cadera. Se queda viendo fijo hacia el infinito, como esperando que la luz llegue a él. Y nos pide ayuda. Siempre. “Vero, César, ¿qué les parece?”.
Me gusta mucho cuando la gente me pide mi opinión sobre la luz.
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La escena va así.
Un grupo de niños de 4-5 años cantan arroz con leche me quiero casar en el morning room de una casa victoriana. La luz cae perpendicular sobre los niños que están tomados de la mano dando vueltas en círculos. En el centro del círculo, sobre los pisos de parqué, hay un rayito de sol que ninguno de los niños se atreve a majar.
Ese es el juego. No majar la luz. Rodearla.
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“Es el estruendo mismo de la luz.
Difícil vivir algo más hermoso”
La luz difícil, Tomás González
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La casa de Pablo Neruda en Isla Negra es muy hermosa. Cuando uno hace el tour, lo van llevando cuarto por cuarto. Al final, en el último piso, uno ve el escritorio donde Neruda escribía. Está frente a un mega ventanal con vista al Océano Pacífico que se estrella contra unas piedras negras enormes. Así hasta yo escribo veinte poemas de amor y una canción desesperada.
Antes de ser La Nave, el primer cuarto a la derecha de la casa de mis sueños, fue el estudio de Isaac Felipe Azofeifa. Éste no tiene vista al océano ni a las rocas, más bien a la calle principal de San Vicente de Moravia.
Pero sí tiene una luz de poeta. Tiene una ventana al frente, y una lateral en donde seguro caía la luz a diferentes horas del día. A pesar de estar viendo hacia una calle principal, se siente relativamente silencioso.
La luz es la misma para el poeta y para los niños que brincan.
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“Hay una luz que arrasa con todo”
Él mató a un policía motorizado, Medalla de Oro.
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Mi novio vampiro ha tenido que desarrollar una tolerancia a la luz. A veces, cuando va a cerrar las cortinas me pregunta: “¿puedo cerrar o te deprimís?”
Tengo más de un año de repetir que esta historia no es sobre una casa y que es sobre mí, pero eso es mentira. Esta historia es sobre mis amigos. Esta historia es sobre mi familia. Sobre la gente que se cruza en mi camino y deja rayos de luz imposibles de ignorar. Imposibles de no retratar. Imposibles de no escribir.
Las fotos de esta entrega son de Sara Arango Franco, mi hermana del alma. Las tomó durante el mes que vivimos juntas, intentando, una vez más, descifrar nuestras vidas.
En esta edición aparecen en audio:
Stephanie Monterrosa, en los poemitas.
Óscar, como Óscar.
Mis papás y mi hermano, mi fuente para vivir confiada.
Seguí leyendo:
La Luz… mi fascinación más grande junto con el sonido
Dios mío ❤️😭