Leé primero:
la nave
Tengo dos condiciones crónicas: miedo a las alturas y congoja eterna.
A mí todo me da vergüenza. Me dio vergüenza ayer pedirle al mesero que me trajera cebolla y tomate adicional. Prefiero caminar todo EPA antes que preguntarle a un muchacho en dónde están los ganchitos 3M. Nunca voy de primera en un buffet porque prefiero ver cómo es la dinámica para no humillarme.
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La Nave tenía 3 niveles de dificultad. Y yo nunca me pude tirar del tercero.
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La Nave era un cuarto acolchado. Estaba pintado todo de planetas y estrellas y era oscurísimo. Tenía tres niveles de gradas alfombradas, desde las que uno se tiraba para caer en el suelo acolchado. En esos colchones uno brincaba y brincaba y se caía y le caían los compañeros encima.
Era el epítome de la diversión para una niña de 4 años. Excepto, cuando me retaban a tirarme del tercer nivel. Nunca pude. Era altísimo y yo no solo tenía miedo de golpearme, tenía miedo de hacer el ridículo.
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Cuando le conté a Ana sobre esta idea de libro, pasó un momento vital de nuestra amistad. Ana me dijo que ella había estado en esa casa. Que había brincado en La Nave.
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Mi kinder y escuela se fueron de la casa en 1998. Nos pasamos a otra casota de Moravia, pero no tenía ni balcones, ni pisos de mosaico, ni Joaquín Gutiérrez, ni naves. Terminé yéndome en el 2002 a otra escuela.
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En el 2001 participé en un concurso de oratoria y gané la distrital y me llevaron al Teatro Nacional. Esto tal vez sea mentira pero sí fuimos al Teatro Nacional. Teacher K. me llevó, en bus, a San José. Después nos devolvimos a Moravia y me compró un helado. Era temprano y mi mamá aún no me podía recoger, entonces Teacher K. me llevó a su casa.
Su casa era la casa. Mi casa de los sueños.
Habían pasado cuatro años y yo volvía a entrar a la casa. Tenía 10 años. Me acuerdo que me sudaban las manos y se me agitó el corazón. No le dije nada a la teacher, me dio vergüenza decirle lo emocionada que estaba.
Lo primero que hice cuando entré fue ver a la derecha, al cuarto donde estaba La Nave. Ya no habían gradas de alfombra, ni piso acolchado. Nada de planetas y estrellas en las paredes.
Era el cuarto de M., el hijo de Teacher K. Una cama individual y muchos carritos. Odié secretamente a M. el resto de mi vida.
El salón era ahora la sala de la casa. Teacher K. me dio un fresquito de frutas. Esto tal vez es mentira pero sí me dio algo de comer. Me preguntó si estaba cansada. Yo no podía responder de las ganas de llorar.
La casa ya no era mía. Era de una familia. De un chiquito. De M.
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Tengo 23 años sin entrar a la casa.
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A M. me lo he topado en varios conciertos de punk y metal. Él no sabe quién soy pero yo sí lo reconozco. Tengo muchas ganas de decirle que ya lo perdoné por haber vivido en La Nave. Y que me cuente cómo fue vivir en esa casa.
Pero me da vergüenza.
🚀 Parece que la casa fue en algún momento también sede de fiestas infantiles. Si alguno de ustedes fue a una fiesta infantil en una casa vieja de Moravia en los 80s-90s y brincó en La Nave, póngalo en comentarios o mándeme un correo :)
¿Y si M es fan suyo y está leyendo todo esto? Ya me emocioné de solo imaginarlo.