Leé primero:
Existen muchas razones para seguir viviendo pero una de las mías es que soy la historiadora de la vida de mis dos mejores amigas. Sin mí, Ana y Sara no pueden acceder a sus memorias y yo me tomo en serio mi trabajo.
¿Vero, me contás qué fue lo que pasó? ¿Me contás otra vez esa historia? ¿Qué estábamos haciendo en esa época? ¿Yo qué hice?
A veces es una broma recurrente. A veces algo que cada una quisiera entender mejor.
Hemos abordado algunas vertientes. Que si la gente borra sus recuerdos por traumas. Que si mi ansiedad me hace aferrarme a múltiples narrativas. Que todo esto que somos hace que tengamos esta relación: yo recuerdo, vos olvidás.
Hace unos meses salió un artículo en The Cut en donde una periodista aborda este mismo despiche. Ella dice que hay dos tipos de personas en el mundo: los recordadores y los olvidadores. Cuando habla con investigadores especializados en el área de la memoria encuentra que en realidad no hay un consenso científico sobre por qué putas alguna gente recuerda más y otra menos.
Lo otro que dice el artículo es que los recordadores sufren mucho de melancolía y nostalgia, tienen un acceso directo al pasado y eso hace que regresen mucho. Los olvidadores, por otro lado, están en desventaja porque no tienen su construcción autobiográfica tan sólida y eso les distorsiona la narrativa sobre sí mismos.
El artículo también dice que a recordadores y olvidadores les gusta ser amiguis.
Entonces le mando el artículo a Ana y a Sara y empezamos una larga cadena de sí soy amiga, sí soy.
Este artículo le puso palabras elegantes a algo que ya sabíamos pero que nunca nos habíamos dicho explícitamente: nos necesitamos y el rol de cada una tiene cosas buenas y cosas bien hechas mierda.
A veces me gusta recordarle a Sara que existieron momentos del 2014 en que fuimos profundamente felices. Acceder a esa felicidad me permite a mí revivirla y eso hace que no importe que cada vez que estamos juntas repasemos esas historias que yo he reconstruido y creado para nosotras.
A veces me toca recordarle a Ana de algo que ella me había dicho cuando vivíamos juntas en el 2018. Sirve como pequeña nota al pie para decisiones que ella está tomando. Como una gran bibliografía.
Sara y Ana recuerdan mi vida a su manera. Ana anota aniversarios importantes de mi vida en su Google Calendar, y me avisa cuándo viene un mes de dolor o cuándo tenemos que celebrar algo lindo que me pasó. Sara retiene cómo me gusta el huevo y el café y cuando estamos juntas procura darme todo exactamente como lo quiero.
Entonces realmente no me molesta ser una recordadora. Me garantiza tener a mis dos mejores amigas a mi lado por siempre. Ellas me necesitan y yo las necesito a ellas.
Mi cerebro necesita estar en forma. Creo que por eso escribo. Necesito liberar gigas de memoria para adoptar otras vidas en la mía.
Solo un breve recordatorio: siempre pueden responderme este correo si quieren hablar algo más, pasar más referencias, o cualquier cosa que me quieran decir :)
Seguí leyendo:
Uff mi favorito hasta el momento. Qué montón de amor en un texto. Y qué linda forma de tener amistades.
En algún lado leí que esto pasa mucho en las relaciones románticas a largo plazo. (Y supongo que entonces en cualquier relación cercana de larga data). Como que sabemos que la otra persona recuerda y por eso relajamos y nuestro cerebro libera espacio, porque sabe que puede encontrarlo en el de la otra persona. Y yo, que frikeo con la memoria, porque me daría terror olvidar algunas cosas, encuentro en esto una cosa terrible. ¿Si un vínculo muere, se va con todo y mis recuerdos que tenía guardados en esa memoria externa?
Esta vez se me llenaron los ojos de lágrimas, obviamente soy una recordadora, llena de nostalgia pero de una nostalgia linda, soy arquitecta y cuando recibí el primer correo sobre esto me emocione, siempre chepeo desde afuera a las personas existiendo en sus casitas y me parece mágico escuchar a personas contar historias alrededor de espacios como los que yo diseño todos los días. Muchas gracias.