Leé primero:
“Baby, you are a haunted house now”
-Gerard Way
Anoche soñé con Joaquín. Estaba vivo y comiendo en un restaurante. Yo lo reconocí y pedí una especie de audiencia con él. Le conté sobre una casa de Moravia con la que estoy obsesionada y los ojos le empezaron a brillar. Le dije que tenía que preguntarle algo, que me daba mucha pena, pero que necesitaba hacerlo.
Lo hice: le pregunté que si él leía cuentos en esa casa. Me dijo que no, y empezó a cantar una canción. Aquí el sueño se convierte en musical y todas las personas del restaurante empiezan a cantar con Joaquín. Yo empiezo a llorar porque no reconozco la canción.
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Mi abuela dice que poco después de que mi abuelo olímpico murió, se le apareció sentado en el borde de la cama. Mi abuela, en vez de asustarse le dijo, “ay no no no Juancho, a mí no me vengás con estas cosas”.
Yo soy bien pendeja para “estas cosas” entonces esa noche, después de recitar mi “en paz me acostaré y así mismo dormiré” le dije a mi abuelo en voz baja: “guelillo, a mí mejor tampoco me visite, es que me asusto”.
Creo que me hizo caso pero a su manera porque este es el quinto texto en el que hablo sobre él.
Ay no no no Juancho, no me vengás con estas cosas. Este texto no es sobre vos.
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Cuando estaba vivo y no andaba arruinando mis sueños, Joaquín escribió de todo. Escribió textos hermosos sobre el amor, escribió textos terriblemente racistas, escribió poesía, escribió crónicas periodísticas, escribió cartas y escribió sus propias memorias.
Joaquín también editó sus propias obras completas. El mae olió la muerte y dijo “uy no perrito, me van a editar las obras completas después de la muerte, y les van a quedar bien polas”.
No sé si dijo eso, pero sí dijo esto hablando sobre sus textos:
“Debe ser terrible morirse sin saber la suerte que correrán los hijos de uno, aunque sean hijos como éste que no dan nietos”
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Yo entiendo la necesidad de control, Joaquín. No me gusta que otra gente lea mis textos en voz alta porque siento que los arruinan. Grabo una versión en audio para que los lectores tengan una marca referencial de cómo fue que yo pensé las cosas cuando las escribí. La literatura es muy silenciosa y yo necesito que suene como el stand-up comedy que vive en mi cerebro.
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Igual Joaquín me hubiese mandado a la mierda si leyera mis textos. Es que hasta me lo imagino, todo puteado porque una chica joven llega con estos bodoquitos de libro.
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He fantaseado en cómo debió haber sido estar en un taller literario con él. Hay gente que dice que Joaquín era muy gracioso. Otra gente que dice que era bien cascarrabias.
Para salir de la duda un día de éstos hablé con mi abuelo en voz bajita otra vez.
“Guelillo vea, pregúntele a Joaquín por mí. Dígale que si en serio no se acuerda de leer en una casa vieja de Moravia. Dígale que es que desde aquí yo ya no tengo forma de saberlo. Ya lo intenté.”
Seguí leyendo:
Furiapatana, disfruto mucho leerte. Gracias por existir.