Leé primero:
“You were everything, everything
That I wanted (That I wanted)
We were meant to be, supposed to be”
-Avril Lavigne, “Happy Ending”
Desde que la vi, supe que Cata iba a ser mi amiga. La iban a contratar en el mismo lugar que yo, y me emocioné desde que lo supe. Yo nunca había tenido realmente amigos de trabajo y quería esa experiencia.
Cata era divertida y cool y preciosa. Mis sesiones de stalkeo en Instagram me decían que podíamos tener mucho en común. Pero yo no sé hacer amigos y mi deseo se quedó en eso: una amistad que no iba a suceder.
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Isaac nació en 1909. Cuando tenía 35 años, compró la casa de mis sueños en Moravia. Vivió en esa casa durante quince años después de comprarla, junto a Clemencia, y sus 6 hijos. En el 62 dejó la casa para irse a Chile como Embajador.
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No sé en qué momento la habré agregado a Instagram. Pero quiero contarles que Cata siempre ha tenido las mejores fotos. Mi favorita es una en la que está comiendo algo y hay como una botella de chile o salsa lizano o alguna cosa de soda en la mesa. Cata está viendo hacia el infinito con esos ojotes que tiene. Era una época en la que tenía el pelo muy largo, con una melenota. Fotogénica siempre, la hijueputa.
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Nunca he visto fotos de Isaac cuando era joven. Lo anoto aquí para acordarme de pedirlas. Supongo que a uno solo le toman fotos solemnes para la posteridad cuando se gana premios e Isaac los empezó a ganar hasta después de sus 50 años.
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Mi proceso de ligarme a Cata como amiga ha sido el más intenso que he vivido. Todos los días llegaba a mi casa a contarle a Ana que había pasado un día más y yo aún no era amiga de Cata. Intentaba hablarle en los almuerzos pero no me daba bola. Por lo menos me dio tiempo para aprender cosas, como que Catalina siempre come con picante y tiene la mejor receta de chili con carne del mundo.
Ella dice que nunca supo que yo estaba echándole el cuento de la amistad. Sea como sea, eventualmente empezamos a hacer carpooling. Yo vivía en Zapote y ella en Curri. Unas chicas del Este. En esos largos viajes de presas hasta Pavas empezamos a hacer karaoke en el carro. Probablemente cantando Avril Lavigne o algo así. Un amor adolescente.
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Yo no planeé nada de esto. De esta amistad con Isaac, digo. Solamente pasó.
Cuando me enteré que la casa había sido de él, no me quedó de otra más que hundirme en sus libros y en todo lo que pudiera encontrar que me diera alguna luz de quién fue.
Honestamente, pensé que sus libros iban a ser aburridillos. Que no iba a encontrar nada con que conectarme. Que capaz que era un señoro añejo con el que me iba a putear, como me vivo puteando con los poetos de San José.
Y seguro sí era. Esa es la magia de esta amistad. Que tal vez sí era un señorón añejo. Pero lo que está en mis manos, sus libros, me dicen otra cosa.
Me dicen que soy súper bestie de un poeta muerto.
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Hace unos años nos dimos cuenta que nuestras mejores amigas de la infancia y adolescencia eran hermanas. Es altamente probable que Cata y yo jugáramos en la misma casa y el mismo barrio y que nos conociéramos sin saberlo. Ayer decidimos que mejor vamos a modificar la memoria y vamos a empezar a decir que somos amigas desde la adolescencia. Vamos a decir que íbamos a Zapote todos los diciembres juntas y que cantábamos blink-182 encerradas en un cuarto. Así tuvo que haber sido así que ahora es.
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Una noche, estábamos en la casa de mis sueños, y Verónica, la nieta de Isaac me dijo que le sorprendía que yo me refería a su abuelo como “Isaac”, así sin más.
“Qué risa”, me dijo, “todo el mundo cuando me habla de él, le dice don Isaac o tu abuelo o Isaac Felipe Azofeifa, pero nunca solo Isaac”
Me dio una vergüenza, porque me sentí súper igualada. Y sí lo soy la verdad. Isaac Felipe Azofeifa fue premio Magón. Le dieron el Aquileo, le dieron el García Monge. Fue candidato a la presidencia de Costa Rica. Le balearon la choza durante la Guerra del 48.
Y yo vengo y le digo Isaac.
“Le hubieras caído tan bien. Esa irreverencia tuya es de las cosas que hacían que mi abuelo respetara a alguien. Hubieran sido amigos. Estoy segura”, me tiró Verónica.
Besties.
Seguí leyendo:
Yo voy a fingir que no me identifico con este capítulo ¿Vero por qué escribís tan precioso?
Qué belleza. Ese final me llegó al corazón. 🥹