Leé primero:
Uno de los episodios más graciosos de Gilmore Girls es cuando en el pueblo deciden construir un museo histórico. Lo montan en una casa vieja a partir de un montón de chunches que dejó como herencia un señor que se murió.
Los chunches son viejos sí, pero históricos, más o menos.
“Posiblemente sea un retrato de alrededor del siglo XIX de quien pensamos haya sido el fundador de un colegio donde posiblemente educaron a los primos de Ben Franklin”.
La exposición termina siendo una serie de conexiones forzadas y un culto a las cosas viejas, por ser viejas.
“Me encanta la historia”, dice Sookie, uno de los personajes, cuando termina el recorrido.
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Cuando fui a Praga, lo primero que hice fue ir al puente Manes, en donde grabaron el video de Silver and Cold, una de mis canciones favoritas de AFI, mi segunda banda más amada. Según yo, lo tomé como broma pero lo cierto es que estar ahí y pensar que Davey Havok, mi amor, estuvo en ese puente grabando el video me hacía sentir parte de algo. No sé de qué, pero de algo.
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Creo que la historia es tan grande que todos estamos buscando ver en qué parte de ella nos encontramos. Pero la mayoría de nosotros no somos nada. Nadie. Ni lo seremos nunca. Esa es la realidad que queremos evadir. Lo que nos hace insertarnos a la fuerza. Buscar alguna raíz que nos lleve a una especie de origen. Tener algo que contar.
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En noviembre del 2000, un año antes de que cayeran las torres gemelas, yo las visité.
Conocí a José Capmany y comí pizza en su casa. A veces, los lunes, en los actos cívicos, nos cantaba La Modelo.
Un ex-Presidente de la República fue mi profesor universitario. En esa época, también fue mi crush.
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¿Dónde comió Jesús? ¿Dónde caminó Mahoma? ¿En cuál banco se sentó Obama? ¿Dónde está el mazo con el que Pepe Figueres abolió el ejército?
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Mi papá me dijo hace unas semanas que mis recuerdos son inventados. Mami lo regañó y le dijo que él no entiende nada.
Pero es cierto. Yo ya no sé qué es memoria y qué es verdad.
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Cuando la catedral de Notre Dame se incendió, las redes sociales tuvieron una inundación de selfies en París.
#PrayforParis
#PrayforParis
#Prayfor
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Me emputa que queramos ser protagonistas. No voy a mentir. No quiero ver sus fotos en los lugares de las tragedias. No me interesan sus hashtags, ni su historia de viaje. No me interesan sus oraciones. Es todo tan egoísta.
Y aún así, en medio de tanta furia, como que entiendo.
Entiendo que la vida se siente como un helado derritiéndose en un conillo barato de la POPS.
Que la historia pareciera pasar encima de nosotros sin notarnos.
Entiendo que somos como los supervivientes de la tragedia de Los Andes, escribiendo con Gatorade en la nieve mensajes de socorro.
Hey estamos vivos, ¿nos ven desde arriba?
¿Alguien sabe que estamos aquí?
Entiendo que hacemos lo que podemos con lo que tenemos. Y en el gran marco de la historia, lo que tenemos se siente poco.
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Joaquín Gutiérrez fue amigo de Salvador Allende. También de Pablo Neruda. Tomó café con Gabriela Mistral.
Jeymer fue al funeral de Joaquín Gutiérrez. Cargó el ataúd. Nacho lo entrevistó en una clase de periodismo. El hermano de Camilo tiene un ejemplar firmado de “Murámonos Federico”. Nati vivió al frente de su casa toda la vida.
Joaquín Gutiérrez me leyó cuentos.
Aprendí a leer en la casa de Isaac Felipe Azofeifa.
¿Todo eso es cierto?
Me encanta la historia.
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🥹🥹🥹🥹
No lo mismo, pero relacionado: Alonso Ruizpalacios inicia su película Museo con ¿Para qué arruinar una buena historia con la verdad?
Qué preciosa esta entrega. Gracias por alegrarme la mañana del viernes. Y al final, somos nuestros recuerdos que además nunca son reales.