27. aquí respirar duele (mecanismos para preservar la memoria)
11401: hipótesis sobre una casa
Leé primero:
“Las cicatrices las guardé
Por si no fueras a volver”
-Miño, Los Bunkers
Hay una foto de Maíra que me encanta. Está ella, de unos 5 o 6 años, toda mirrusquita, con un shortcito rosado y chancletitas. Sosteniendo un rifle. Es una pequeñísima Maíra revolucionaria, en un patio rural de Minas Gerais. Maíra y su pequeñita cara de furia.
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La primera vez que conocí a Maíra, el idiota que nos presentó la llamó “Mayra”. Del otro lado de la sala, Maíra gritó : “Maíra, Maíra, dilo bien conchetumadre”. Tenía solo 3 semanas de vivir en Chile y estaba apenas aprendiendo español, pero ya sabía defenderse.
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Cuando empecé a escribir este proyecto, le dije a Maíra que estaba escribiendo sobre memoria. No sé si es lo que sigo haciendo, pero así empezó. Maíra me respondió que conversáramos porque ella como “activista de la memoria” creía profundamente en la revolución que significa recordar.
Me quedó dando vueltas por meses esa idea de ser “activista de la memoria”. Nunca lo había escuchado. Maíra me explicó que cuando el derecho a la memoria es violentado, no queda más que luchar. Aquí la memoria no es un espacio para la nostalgia, es un campo de batalla.
“América Latina está forjada por la violencia política como sistema estructural. Y por eso hay que luchar por el derecho a la memoria” me dijo contundente.
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Maíra trabaja en Londres 38, una casa que sirvió como centro de represión, tortura y exterminio durante la dictadura de Pinochet. Londres 38 es parte de las muchas casas de memoria que hay en Santiago de Chile.
“Al atravesar la puerta de madera, se llega a un pasillo oscuro con suelo ajedrezado y paredes gastadas que deja atrás el ruido de la Alameda. Bajo una luz verde de neón, se lee En este lugar se formaba a los detenidos(as) antes de los traslados. El pasillo conduce a una escalera aún más oscura, los peldaños crujen. Un verdadero cliché de los cuentos de terror. Arriba, hay distintas salas con piso de parqué, muros amarillentos y cielos descascarados. Reina la claridad gracias a la iluminación natural que entra por las ventanas y a los tubos de luz blanca que cuelgan del techo. Las paredes escritas van relatando el uso que tuvo cada espacio, la historia de la casa y su memoria. ¿Cómo se llena este vacío tan lleno de recuerdos encerrados?La muestra es la casa y sus paredes, un lugar que guarda el paso del tiempo. Contenido en una hojarasca, el silencio en su interior crea un ambiente solemne que transporta al pasado. Es una casa antigua, elegante y terrible”.
- Santiago Urzúa, “Sobre la memoria y sus emociones”, 2024.
Londres 38 no tiene muebles. Está vacía. Tiene paredes y algunos textos y la luz de las ventanas. “La casa vacía da espacio para la imaginación”, dice Maíra.
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Me acabo de dar cuenta que mi casa de los sueños también tiene piso de parqué.
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Los sitios de memoria son espacios en donde pasaron cosas horribles. Usualmente, en manos de personas horribles y sistemas políticos de mierda. Solo en Santiago, capital de Chile, hay alrededor de dieciséis. La memoria hecha lugar. La memoria hecha casa.
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Maíra fue la primera amiga gorda que tuve en la vida. Nunca jamás hablamos sobre diversidad corporal, ni de gordura, ni de estándares de belleza. Creo que en aquel entonces ni teníamos el conocimiento ni el vocabulario. Pero Maíra me enseñó las bases de navegar el mundo en cuerpos como los nuestros. Nadie nunca jamás ha tenido un dominio sobre la sensualidad y fortaleza de su cuerpo como Maíra adueñándose del espacio.
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Cuando viví en Santiago solo visité un sitio de memoria, casi por casualidad. Regresaba del súper con Sara, mi amiga de Colombia, cuando vimos unos portones abiertos y muchas vigas de acero con fotografías en blanco y negro.
Era la Casa de Memoria José Domingo Cañas. En esta casa se tiene registro de 62 personas desaparecidas durante la dictadura y 1 persona ejecutada.
La casa está en medio de un barrio de clase media-alta en Ñuñoa. Imaginen una especie de Pinares o Lomas de Ayarco en Curridabat. Hay casas muy hermosas, casi idílicas. Cerquitas bajas, casas sin portones, mucha madera conservada y árboles, muchos árboles.
Yo sé que soy escritora pero a mí me cuesta mucho imaginar en pasado. No entiendo cómo habrá sido un día de 1974 en este barrio. No puedo reconstruir cómo habrán sonado los gritos de los torturados. No entiendo nada.
Solo sé lo que siento cuando camino entre las vigas de acero. Entre las fotos de gente que ya no está.
Siento triste. Siento azul. Siento lluvia. Siento nubes. Siento piedras. Siento frío. Siento gris.
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Yo nunca me he considerado particularmente “tropical”. Crecí cerca de Coronado y hoy vivo en Granadilla. Más montaña que sol.
Pero a mí nadie me preparó para lo que se siente vivir debajo de una cordillera helada. Nadie me dijo que el frío que baja de los Andes duele. Cuando uno respira, unas pequeñas flechitas puntiagudas de frío le apuñalan las fosas nasales.
En Santiago respirar duele.
Así que mi grupo de amigas, compuesto por una colombiana, una brasileña y yo, fuimos la brigada anti-frío. Acaparamos los calentadores y nos turnamos para poner el culo en el aire caliente porque se habla poco de lo terrible que es sentir las nalgas heladas. Abrimos los hornos de gas para meter las manos. Nos acurrucamos las tres juntas debajo de un edredón de plumas en el sillón. Dormíamos juntas para tratar de no llorar del frío por la noche. Tomamos mucho café, y mucho té, y mucha yerba mate. Hicimos vino caliente y choco-ron. Nos hicimos hermanas.
Maíra y yo también encontramos otra solución. Buscamos novios. Conseguimos calentadores humanos que nos ayudaran a pasar los 6 meses de frío. En el invierno uno no ama, uno sobrevive.
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La memoria es una herramienta para evitar la negación del pasado. Yo creo que en Costa Rica tenemos problemas con esto porque pensamos que nuestro pasado es tan pacífico que no hay nada que recordar. Somos buenísimos enterrando todo. Podríamos tener el autoritarismo haciéndonos piojito y le daríamos las gracias. ¿Podríamos? ¿Le daríamos?
Le trato de explicar esto a Maíra. Le digo que me está costando mucho entender el narcotráfico, y la violencia, y el conservadurismo aunque mi cerebro sabe que ya está aquí. Le digo que si se acuerda cuando yo decía que la narco-paloma mensajera era de los problemas más grandes de mi país y me reía.
Le digo que si se acuerda que yo era estúpida y me creía superior. No le dije eso pero ahora lo pienso. Mucho decir pa’fuera que hay que luchar contra el mito blanco de la suiza centroamericana pero también mucho creer que somos potencia mundial, papá.
“Cualquier cosa sin memoria es más vulnerable”, me dice de pichazo Maíra, casi con lástima. Me hace unos ojitos de amor cuando me escucha, como diciéndome: despierte mamita, en Costa Rica también duele respirar.
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Le cuento a Maíra que cuando fui a Auschwitz, el campo de concentración nazi en Polonia, sentí que todo el relato museístico estaba construido superficialmente. En Polonia respirar también duele, pero no me dejaban darme cuenta por mí misma.
Me llenaron tanto de información, que ni siquiera me daban chance de sentir tristeza.
“Es que la memoria siempre está contada por los vencedores. Aunque sean víctimas, igual son vencedores”, me explica Maíra. “Por eso es que hay que luchar por la memoria de quienes no tienen acceso, no tienen capital, no pueden contar su historia como los vencedores”, me dice.
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En la cocina de la casa en la que vivíamos, pegamos una bandera de Costa Rica y una de Minas Gerais, porque Maíra antes de brasileña, es mineira. Nos llamábamos el dúo Pura Vidinha. Cuando Maíra regresó a Brasil nos prometimos muchas cosas: visitarnos, ver el final de Vikings juntas, siempre apoyar nuestros equipos en los mundiales de fútbol. No sé qué hemos cumplido y qué no pero sé una cosa: han pasado 11 años y Maíra sigue siendo mi maestra.
Maíra me conoció antes de que yo supiera quién era yo. No sé si ya lo tengo más claro, pero por lo menos ya tengo gente como ella que me ayuda a respirar.
Creo que queremos conocer a Maíra! Todas necesitamos una en nuestras vidas que nos ayude a respirar. Esa persona que te ve antes de que vos mismo sepas hacerlo, que te lleva por los caminos de la vida entre la suavidad y la realidad. Persona vitamina.
Ufff. Corrí para leerlo de lo bueno que estuvo. Qué precioso. Me enamoré de Maíra de solo leerte. Mi favorito. Y también te quiero un poco más después de leer esta belleza.
Qué privilegio tenerte cerca Verito.